Resulta indiscutible el papel del olfato en la atracción entre las especies. Y aunque en los humanos, la percepción olfativa de la pareja pase a un segundo plano por numerosos aprendizajes sociales: El fetiche de olores corporales u olfactofilia existe, y en no pocos casos se desarrolla como un gusto, sin llegar a mutilar la vida social y sexual del individuo.
En este post, queremos hablarte sobre esta peculiar preferencia, sus luces y sombras. Así como aclarar si se trata de un fetiche que les incumbe solamente a las narices de los involucrados, o puede convertirse en una parafilia y todo lo que esto implica.
Como definición, la olfactofilia se considera una Barosmia, que es la excitación producida mediante el olor. Hay muchos tipos de barosmias, desde la excitación por el olor de las flores hasta la provocada por la orina.
Ahora bien, en específico la olfactofilia se refiere a la excitación que desencadena al percibir el olor de las axilas o los genitales. Los olfactófilos con frecuencia pueden ocultar su preferencia, y disfrutar en secreto del olor de la ropa interior usada por sus parejas (o incluso extraños).
Y si bien la excitación que puede provocarles este hecho puede tener más que ver con el tabú que la sociedad ha levantado contra los olores naturales, sobre todo genitales, es innegable el papel del olor en sí de la respuesta sexual.
Otras personas dan rienda suelta a su fetiche, e instan a su pareja a no asearse antes del acto sexual, lo que incrementa su libido a niveles que seguramente no sentirían de no encontrarse este factor aromático presente.
Pero no creas que esto es cosa de este siglo, ya en las correspondencias sostenidas por Napoleón Bonaparte y Josefina, el emperador animaba a su amante a no asearse durante los días previos a su regreso… así que ya ves.
No vamos a engañarnos: a nivel consciente o subconsciente, todos nos hemos sentido más o menos excitados con el olor de los genitales de una pareja, o del sudor, porque lo asociamos con algo prohibido, o con un ejercicio intenso, y por tanto con el sexo.
Pero no es lo mismo que esto incremente nuestra libido, con que sea el único disparador del deseo sexual.
Más allá de este hecho, la olfactofilia no tiene por qué ser una práctica excluyente y denigrada a los ojos de los demás. Aquellas personas que se sienten atraídas hacia el olor del sudor o los genitales, no tienen por qué sentirse mal.
El problema es cuando el fetiche, que puede ser compartido o apoyado por la pareja, se vuelve parafilia.
¿Por qué? Porque las personas que padecen parafilias, cualquiera que esta sea, con frecuencia tiene problemas para experimentar empatía, crear lazos emocionales y sentir satisfacción con sus parejas. Lo cual deriva en la falta de respeto hacia los límites de la otra persona, y es ahí cuando estamos en presencia de un trastorno que requiere atención psicológica especializada.
Para considerar la olfactofilia como un trastorno parafílico, valdría la pena preguntarse:
En dependencia de las respuestas, y de cómo suenen a los propios oídos, será la necesidad de recurrir o no a algún tipo de ayuda especializada para tratar la olfactofilia.
Esta entrada ha sido publicada el 20/05/2021 11:00
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